FECHA .17/04/2012.
Hoy fumé algo. No sé si debería escribirlo así, tan directo, pero no sé cómo disfrazarlo. No fue un cigarrillo. No fue solo alcohol. Esta vez fue otra cosa.
Todo empezó después de clase. Las chicas me invitaron de nuevo a lo de Brenda. Ya casi ni preguntan si puedo, simplemente me dicen: —“Vení.” Y yo voy.
Cuando llegamos, Brenda cerró todas las ventanas y puso música fuerte. Lucía se sentó en el piso y sacó un paquetito de su mochila. Tenía forma de cigarro, pero no era tabaco.
—“¿Probaste alguna vez?” —me preguntó.
Negué con la cabeza, sin saber si eso me hacía quedar bien o como una nena.
—“Tranqui. No es nada. Es para relajarse.”
Paula encendió el porro y lo pasó como si fuera una tradición. Risa, calada, suspiro. Así. Hasta que llegó a mí. Lo tuve entre los dedos y por un segundo sentí que todo se congelaba. Pensé en mamá. En las veces que me dijo que me cuidara. En cómo me abrazaba cuando era chica y tenía miedo de la oscuridad.
Y aun así… lo hice. Inhalé. Tosí. Las chicas se rieron, pero con cariño.
—“La primera siempre pica,” dijo Mili.
Después lo volví a hacer. Y entonces... algo cambió.
Sentí que todo se ponía lento. Como si mi cuerpo flotara. Como si mis pensamientos fueran globos que se escapaban. Me reí de cosas que no tenían sentido. Me olvidé de que era tímida. Me olvidé del colegio. Me olvidé de mí.
En un momento, me miré en el espejo del baño. Tenía los ojos rojos, la cara aflojada. Me costó reconocerme. No sé si me gustó o me dio miedo. Tal vez las dos cosas.
Cuando volví a casa, mamá ya dormía. Me senté en la cama con la ropa puesta, todavía sintiendo el olor en mis dedos. Pensé en todo lo que estaba haciendo. En cómo había llegado hasta ahí. No sé si quiero seguir ese camino. No sé si puedo frenarlo. Pero hay algo adictivo en sentirse libre, en que te miren como si fueras parte de algo.
A veces creo que las chicas me quieren de verdad. Otras veces no sé si soy solo una novedad que las entretiene. Pero me gusta cómo me siento con ellas. Me gusta no ser la Camila invisible del primer día.
Eso es lo que más miedo me da.


FECHA .--/--/----.
No sé ni por qué escribo esto. Ya casi ni escribo. Perdí la costumbre. Perdí muchas cosas.
Perdí a las chicas.
Perdí la escuela.
Me estoy perdiendo a mí.
Ya no me invitan como antes. Lucía casi no me responde los mensajes. Mili me dejó de seguir en Instagram. Brenda directamente me ignoró el otro día cuando la crucé en la plaza. No me dijeron nada, no hubo peleas. Solo… se alejaron.
Como si yo ahora fuera demasiado incluso para ellas.
Y tal vez lo soy.
Yo sigo fumando. Lo necesito para no pensar. Para que el cuerpo no me tiemble. Para poder dormir. Para no escuchar esa voz que me grita que arruiné todo.
Probé otras cosas también. Pastillas, esas que te apagan el pecho. Una noche me desmayé en el baño. Mamá me encontró tirada, con la cara blanca y los labios resecos. Lloró. Me abrazó con fuerza. Me preguntó qué me estaba haciendo.
No supe qué decirle. Ni siquiera estaba segura de que fuera yo la que se estaba haciendo todo esto.
Mamá ya no confía. Me mira distinto. Me sigue con los ojos como si esperara que me caiga en cualquier momento. Está siempre cansada, pero ahora no se va del todo. A veces se sienta fuera de mi pieza a la madrugada. En silencio. Como si tuviera miedo de que me apague sin hacer ruido.
Yo también tengo miedo. Pero es más fuerte el vacío.
El otro día encontré mis primeras entradas del diario. Leí cuando hablaba del primer recreo, de la nota en la heladera. Lloré. No porque extrañe a esa Camila. Sino porque ya no sé si puedo volver a ser ella. Siento que la arrastré hasta este lugar y no sé cómo sacarla.
No sé si esto es una despedida. No sé si es un grito. Solo sé que estoy escribiendo porque todavía hay una parte chiquita, una sola, que quiere volver. Que quiere que mamá me abrace sin miedo. Que quiere dejar de sentir que no encajo en ningún lado.
Tal vez mañana haga algo distinto. Tal vez no. Pero si alguien lee esto…
No busquen pertenecer si tienen que romperse para encajar.
No vale la pena.
Camila.